¿Cómo y cuándo puede el poder popular promover la paz durante guerras civiles?
La acción no violenta influye positivamente en la paz, pero los distintos tipos de tácticas tienen impactos diferentes en las etapas de los procesos de paz.
A pesar de una breve pausa debida a las restricciones de la COVID-19, en los últimos años hemos visto una de las mayores olas de resistencia no violenta a nivel mundial y 2019 fue catalogado como "el año de la protesta". Estos movimientos – desde Myanmar hasta Colombia y la India – se centran en gran medida en la lucha contra el autoritarismo o en subsanar injusticias sociales. Menos difundido y discutido es el papel de la acción no violenta en medio de las guerras civiles y los procesos de paz. La no violencia estratégica puede fomentar la paz también en estos contextos, pero el momento y la táctica son la clave del éxito.
Una mirada a Liberia
A principios de 2003, a Liberia se le asociaba con niños soldados, una cruenta guerra civil que había costado más de 200.000 vidas y un país con pocas perspectivas de paz. Sin embargo, pocos meses después, un grupo mujeres vestidas de blanco presionaron a las partes en conflicto del país para que se sentaran a negociar y llevaron el eventual proceso de paz hasta su conclusión.
Negándose a tomar parte en una sociedad dividida por líneas étnicas y religiosas, la Red de Mujeres por la Construcción de la Paz (WIPNET) convocó a 5.000 mujeres de todos los orígenes étnicos, religiosos y políticos, unidas bajo un simple lema: "¡NO a la violencia y SÍ a la paz!" Organizaron marchas, plantones y protestas a gran escala en Monrovia, presionando para que se iniciaran las conversaciones de paz, y entablaron contactos con los líderes religiosos con influencia sobre las partes en conflicto.
Una vez iniciadas las negociaciones, WIPNET intensificó su campaña organizando plantones frente a edificios gubernamentales y envió una delegación a las conversaciones de paz en Ghana, la cual procedió a bloquear las puertas y ventanas para impedir que las delegaciones se retiraran sin haber alcanzado una resolución pacífica. Su táctica funcionó y la guerra civil de Liberia se resolvió pacíficamente.
¿Es Liberia una excepción? ¿Pueden civiles desarmados que están viviendo una guerra civil en otros países utilizar las protestas, las huelgas y otras tácticas de acción no violenta para conducir su país hacia la paz? Y si es así, ¿cómo pueden hacerlo de manera más eficaz?
Durante el último año, hemos estado examinando esta cuestión a través de un proyecto de investigación del Instituto de Paz de los Estados Unidos (USIP, por sus siglas en inglés), explorando una amplia gama de tipos de acciones no violentas llevadas a cabo por un diverso conjunto de organizaciones de la sociedad civil (OSC). A partir de datos sobre varios procesos de paz en África, nuestra investigación muestra que el uso de la acción no violenta influye positivamente en la paz, pero que los distintos tipos de tácticas tienen un impacto diferente en las etapas de los procesos de paz. Lo que funciona a la hora de llevar a las partes beligerantes a la mesa de negociación es muy diferente de lo que funciona para lograr un acuerdo negociado.
Con frecuencia se supone que los civiles son víctimas o agentes pasivos en las guerras civiles dada su vulnerabilidad ante la violencia. Sin embargo, aunque la investigación todavía no ha refutado del todo esta idea equivocada, está bien documentado que los ciudadanos de a pie han utilizado un amplio abanico de tácticas no violentas para fomentar la paz, entre las que se incluyen las tácticas de persuasión (protestas y manifestaciones), el activismo político (como las actividades de incidencia política, de control y de construcción de puentes), la no cooperación (como las huelgas y los boicots) y las tácticas de intervención (como los plantones y la creación de instituciones alternativas que circunvalan las instituciones, a menudo injustas, del Estado).
Estas actividades surgen en contextos inesperados. La campaña de Acción Masiva por la Paz de Liberia tuvo éxito a pesar de la terrible violencia ejercida contra las mujeres, una infraestructura devastada por la guerra y un estado de emergencia que había suprimido cualquier tipo de oposición no violenta.
¿Qué funciona y cuándo?
En cualquier contexto, la acción no violenta tiende a ser más exitosa cuando los activistas utilizan una variedad de tácticas innovadoras secuenciadas estratégicamente para obtener un máximo efecto. Las protestas suelen ser eficaces al principio de una campaña, cuando la necesidad principal es sensibilizar. Las tácticas de confrontación pueden ser más beneficiosas en el punto álgido de la actividad de la campaña, para aumentar los costos para el adversario. Entonces, ¿cómo se aplican estas ideas en el contexto de las guerras civiles en las que los movimientos utilizan la acción no violenta para impulsar la paz?
Para responder a la pregunta, utilizamos los datos existentes sobre las tácticas no violentas registradas y utilizadas por la población civil en 16 guerras civiles en África entre 1990 y 2009. Los conflictos incluidos fueron guerras civiles de gran envergadura, con al menos 1.000 muertos en el campo de batalla, lo que las convierte en algunos de los contextos más desafiantes para la acción no violenta. Combinando estos acontecimientos con datos sobre las muertes en batalla, las negociaciones y los acuerdos de paz, exploramos tres componentes de los procesos de paz: la intensidad del conflicto (el número de muertes en un año), las conversaciones de paz iniciales y los acuerdos de paz posteriores.
Encontramos diferencias sorprendentes a través de estas etapas. Cuando se trata de reducir la intensidad del conflicto, las tácticas de la no cooperación, como las huelgas y los boicots, parecen tener el mayor impacto, reduciendo significativamente las muertes relacionadas con el conflicto. Este resultado coincide con los hallazgos en Colombia, donde las OSC "empujaron" a los grupos armados a respetar las normas de protección, mitigando el impacto del conflicto armado en los civiles en las llamadas "zonas de paz".
Al explorar las descripciones en los datos encontramos que se observan esfuerzos similares en África. Por ejemplo, las huelgas de quedarse en casa que ocurrieron en el Kivu, República Democrática del Congo, y en el norte de Malí fueron eficaces para contener la violencia de los rebeldes.
Las protestas y la participación política ejercen presión y favorecen el inicio de las conversaciones de paz. Sin embargo, estas tácticas no guardan relación con la probabilidad de acuerdos de paz posteriores. A menudo, las OSC pierden influencia dado el reto que supone mantener las actividades durante largos periodos de tiempo y, lamentablemente, suelen ser excluidas de los acuerdos de paz formales.
Las tácticas de intervención como los plantones y las ocupaciones parecen obstruir más que facilitar las negociaciones iniciales. Este tipo de tácticas pueden exacerbar la inestabilidad, o quizás resulten demasiado radicales antes de un proceso de paz, y las OSC pueden verse en apuros para ganarse la simpatía de posibles seguidores.
Sin embargo, más adelante en el proceso de paz esta relación se invierte. Una vez iniciadas las negociaciones, las tácticas de intervención como los plantones y las ocupaciones no violentas de la WIPNET de Liberia parecen hacer más probable un acuerdo de paz.
Algunas OSC también crean instituciones alternativas. Estas intervenciones desempeñan un papel fundamental a la hora de socavar y deslegitimar las instituciones estatales injustas. Por ejemplo, los “comités” que se crearon para gobernar los municipios de Sudáfrica minaron el sistema del apartheid y aumentaron el apoyo al movimiento democrático.
A través de la acción no violenta, la gente común y corriente tiene el poder de cambiar el curso de un conflicto armado y del proceso de paz por medios pacíficos. Por supuesto, cabe advertir que no todas las formas de acción no violenta parecen funcionar en cada una de las fases de un proceso de paz.
En consecuencia, los activistas deben aprender de otros casos y reconocer que la acción no violenta debe ser estratégica y adaptada a las particularidades de la situación. La acción no violenta sólo es eficaz si forma parte de una estrategia clara de secuenciación de tácticas para lograr el máximo impacto.
Un análisis cuidadoso del contexto del conflicto, fundamentado en el tipo de herramientas en el plan de estudios del USIP “Synergizing Nonviolent Action and Peacebuilding” (“Promoviendo sinergias entre la acción no violenta y la construcción de paz"), puede ser una buena forma de emprender este ejercicio. Sin embargo, el análisis estratégico de la situación también debe basarse en una comprensión general de cómo las opciones tácticas tienden a influir en las diferentes dinámicas de un conflicto.
Nuestra investigación demuestra que, para reducir la violencia, la no cooperación sistemática parece ser la opción más eficaz. Con el fin de presionar a las partes para que inicien negociaciones, los activistas suelen tener más éxito si centran sus esfuerzos en la protesta y el activismo político. Y una vez comenzadas las negociaciones, las tácticas de intervención más polémicas parecen ser una manera especialmente impactante de garantizar que el proceso de negociación culmine con éxito.
Luke Abbs es investigador del Centro de Religión, Reconciliación y Paz de la Universidad de Winchester. Marina G. Petrova es investigadora de la Universidad Bocconi.
Traducción: Beatriz Vejarano - Consultora del Human Rights Data Analysis Group, HRDAG (San Francisco, California), miembro fundador y directora asociada de la Fundación Social Fénix de Bogotá, y miembro de Colombia Support Network (Madison, Wisconsin) y de Rodeemos el Diálogo / Embrace Dialogue.