Venezuela arranca el 2022 con desafíos persistentes, pero también con algunas oportunidades tangibles. Quedaron atrás las poco realistas aspiraciones de una salida inmediata del chavismo, dejando espacio para la eventual construcción de una convivencia democrática. Pero para que ocurra cualquier cambio positivo, el gobierno de Maduro y la oposición democrática deberán volver a la mesa de negociaciones, donde han establecido una plataforma para la coordinación y el progreso en temas como la restauración de las instituciones democráticas, la ayuda humanitaria y, en última instancia, una salida electoral. La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, será un actor clave y no debe caer en la inercia. En la Venezuela de 2022, los pequeños esfuerzos pueden lograr una diferencia real en la vida de los ciudadanos.

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Los votantes esperan afuera de un colegio electoral en Caracas, Venezuela. 6 de diciembre de 2020. (Adriana Loureiro Fernández/The New York Times)
Los votantes esperan afuera de un colegio electoral en Caracas, Venezuela. 6 de diciembre de 2020. (Adriana Loureiro Fernández/The New York Times)

Sería fácil, incluso defendible, que los partidarios de la democracia en Venezuela se retiraran de la lucha. Para muchos, simplemente no hay una lista clara de cosas por hacer, y existe el temor siempre presente de que cualquier participación directa en los problemas del país simplemente envalentona a los autócratas. Pero una mirada más cercana revela varias cosas en juego que podrían marcar una diferencia material en la vida de los venezolanos y mantener vivas las opciones para la redemocratización en el futuro. Consideramos cuatro cosas a tener en cuenta en el próximo año:

Apoyar Soluciones Locales a Problemas Locales

Como era de esperarse, las elecciones regionales de noviembre de 2021 estuvieron dominadas por el partido gobernante. En un panorama mayormente sombrío, solo cuatro de las 23 gubernaturas fueron ganadas por la oposición, aunque hubo algunos puntos positivos. La contienda en Barinas, ciudad natal de Hugo Chávez y tradicional bastión del chavismo, se decidió finalmente tras una nueva votación orquestada por el régimen de Maduro el pasado 9 de enero tras una derrota en noviembre. Sorprendiendo a muchos observadores, el régimen perdió por segunda vez, revelando la falta de un amplio apoyo hacía al partido de gobierno, especialmente fuera de Caracas. Los resultados electorales a nivel local reforzaron este análisis, donde un tercio de las 335 alcaldías se fue a candidatos distintos al oficialismo, frente a solo 29 en las elecciones regionales de 2017. Esto le da a la oposición democrática la oportunidad de trazar un rumbo y gobernar localmente.

No será un camino fácil, ya que los recursos y el poder en última instancia continúan residiendo en el gobierno central, pero como los gobernadores y alcaldes de la oposición han descubierto en el pasado, hay mucho que se puede lograr para mejorar la vida de los ciudadanos venezolanos y eso ayudará a reforzar el apoyo a las fuerzas democráticas en el futuro. La comunidad internacional puede apoyar a estos funcionarios locales si no los castiga por haber participado en una elección impugnada, como ha sucedido en el pasado. Más bien, los actores internacionales deberían acercarse y ofrecer tanta ayuda como sea posible para reforzar las oportunidades a nivel local.

Los actores internacionales también pueden aportar mucho para lograr la “reinstitucionalización” del país, definida por algunos actores de la sociedad civil como el proceso de preservar y fortalecer lo que queda de las instituciones democráticas, mientras mantienen la puerta abierta para a una restauración plena de la democracia en el futuro. Al aceptar que el restablecimiento de la democracia en Venezuela no se producirá en un solo fin de semana de dramáticos juegos de poder o una marcha masiva hacia el palacio de Miraflores, sino de manera gradual, muchos venezolanos se concentrarán en estos cambios más modestos.

Como ejemplo reciente, el nombramiento negociado de un Consejo Nacional Electoral más equilibrado por parte del gobierno de Maduro en 2021 permitió algunas mejoras en el aun carente proceso electoral de noviembre. Está previsto que en los próximos meses se lleve a cabo un proceso de renovación del Tribunal Supremo de Justicia. Las fuerzas democráticas y sus partidarios internacionales deben aprender de la pequeña victoria en el nombramiento de la autoridad electoral y tratar de influir en la renovación del poder judicial, contribuyendo aún más al proceso de reinstitucionalización.

Una oposición más unida

Una segunda área en la que la comunidad internacional puede ser útil es en la promoción de la unidad entre la oposición. La oposición democrática es justificadamente sensible a este persistente llamado a la unidad, que perciben como injusto dada la amplia variedad de partidos democráticos en cualquier otra democracia. Aún así, en las recientes elecciones de noviembre, el analista electoral venezolano Aníbal Sánchez señala que la unidad básica le habría ganado a la oposición seis gobernaciones adicionales, mientras que una coordinación más profunda podría haberles ganado hasta diez.

La falta de unidad fragmenta las fuerzas democráticas de manera destructiva tanto para ganar elecciones como para mostrarle al pueblo venezolano que tiene los medios para abordar los problemas del país. La caída en picada del apoyo a la oposición desde un máximo de más del 60 por ciento hasta el mínimo de los 10 hoy demuestra el costo de esta debilidad. Se debe alentar a la oposición a desarrollar nuevos mecanismos para seleccionar líderes, lo que permitiría una expresión más amplia de la democracia que no descarte a sectores enteros de la oposición como colaboradores del gobierno de Maduro y se aleje del tóxico personalismo que ha sido la ruina del sistema político de Venezuela desde su inicio.

Un problema persistente en la cuestión de la unidad es el estado del gobierno interino de Juan Guaidó, que se estableció hace tres años como un polo alternativo al gobierno después de que la Asamblea Nacional de 2015 liderada por la oposición declarara ilegítima la presidencia de Nicolás Maduro. Por tercer año, los miembros de la Asamblea Nacional de 2015 se reunieron a fines de diciembre para extender el mandato del gobierno interino. Sin embargo, han cambiado la estructura de toma de decisiones de una presidencia a una comisión delegada de 18 miembros de la Asamblea Nacional, que prestó juramento el 7 de enero.

Pero a pesar de la controversia que ocasiona, hay una oportunidad para el gobierno interino, que aún cuenta con el apoyo de muchos venezolanos y es reconocido por Estados Unidos y unos cuantos países más. Significativamente, tendrá un rol en la gestión de los activos venezolanos en el extranjero y podría proporcionar una plataforma para la acción coordinada si es inclusivo y establece vínculos consultivos con todos los partidos políticos y con la sociedad civil.

No hay sustituto para las negociaciones

Las oportunidades para un cambio mejorarían con la continuación de la plataforma de negociación establecida en la Ciudad de México el año pasado. Las tres rondas de conversaciones hasta la fecha, con la facilitación de Noruega, han sido productivas pero un poco vacilantes, y terminaron en noviembre tras la retirada del gobierno por la extradición del socio y enviado de Maduro, Alex Saab, de Cabo Verde a Estados Unidos.

Las negociaciones contaron con la mayor participación de mujeres que cualquier iniciativa previa, dos en cada lado, y exploraron la inclusión de la sociedad civil en futuras conversaciones. Además, establecieron un marco político que establecía una relación cuasi respetuosa y afirmaba en gran medida la convivencia política como meta intermedia, dejando de lado los esfuerzos por una salida de suma cero. No hay garantía de que las negociaciones se reanuden, pero sería una gran oportunidad perdida si no lo hacen.

El desarrollo de una plataforma de negociaciones semipermanente podría crear algunas aperturas para la cooperación en el próximo año, particularmente en temas humanitarios que requieren la liberación de activos venezolanos en el extranjero, activos que la oposición controla pero que necesitan ser coordinados con el gobierno de Maduro para poder ser utilizados con fines humanitarios.

Otra posibilidad, en gran parte aspiracional en este momento, debería al menos considerarse. Muchas propuestas para restaurar las instituciones democráticas en Venezuela exigen una forma de gobierno de concertación. Tales ideas no son realistas, dada la insistencia de ambas partes en adherirse estrictamente a la constitución venezolana, que no permite tal concesión. Pero podría haber espacio para canalizar muchas decisiones nacionales a un organismo de negociación establecido para su resolución y colaboración.

Por lo tanto, las negociaciones de la Ciudad de México han preparado el escenario para avances pequeños pero persistentes en asuntos humanitarios e institucionales. En última instancia, podrían proporcionar la plataforma donde podrían tomarse decisiones más importantes sobre una salida electoral. Es imperativo que las negociaciones continúen.

Un papel clave para Estados Unidos

El actor clave para apoyar la continuación y ampliación de la mesa de negociación es Estados Unidos. Abandonando su postura previa de oposición a las negociaciones, Estados Unidos ahora consiente e incluso ofrece apoyo condicional para ellas. Pero para lograr un progreso real, Estados Unidos tendría que estar más involucrado, poniendo el levantamiento de las sanciones sobre la mesa como apalancamiento para crear condiciones para un progreso sustancial.

Algunos venezolanos han sugerido una “hoja de ruta” que permitiría a Estados Unidos y al gobierno de Maduro alinear claramente las concesiones con los beneficios. Por parte de Estados Unidos, esto giraría en gran medida en torno a ofrecer un alivio de las sanciones en apoyo del progreso democrático dentro de Venezuela, en estrecha coordinación con la oposición democrática. Dada la facilidad de la imposición de la mayoría de las sanciones, estas concesiones podrían emplearse de manera segura sin temor a envalentonar o fortalecer al gobierno de Maduro.

Este año no tendrá el drama del 2021, que presentó grandes expectativas para la administración de Biden seguida de elecciones clave en Venezuela. Pero no deben perderse las oportunidades de mejorar la terrible situación humanitaria del país, reconstruir o preservar instituciones clave, mejorar la unidad entre las fuerzas democráticas y permitir que los funcionarios locales y otros gobiernen con al menos cierta eficacia.


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